La neuropsicología clínica ha avanzado significativamente en el tratamiento del daño cerebral, mejorando la evaluación de las secuelas y optimizando intervenciones con el apoyo de nuevas tecnologías, como la estimulación magnética transcraneal, aunque aún se requieren más estudios en el campo cognitivo, avanza María Antonia Nieto Barco, catedrática de Psicobiología. Universidad de La Laguna. Sostiene que las enfermedades neurodegenerativas afectan tanto al bienestar emocional de los pacientes como al de su entorno, siendo necesario un enfoque multidisciplinario. La relación entre la Universidad de La Laguna y la sociedad es fundamental y debe fortalecerse continuamente.
Dado que el daño cerebral puede afectar profundamente las capacidades cognitivas y emocionales, ¿cómo considera que ha evolucionado la neuropsicología clínica en el tratamiento de estas condiciones, y qué papel juegan las nuevas tecnologías, como la estimulación cerebral no invasiva, en la recuperación de los pacientes?
La neuropsicología clínica ha experimentado un importante avance en las últimas décadas. Su capacidad para hacer una buena caracterización de las secuelas del daño ha mejorado sustancialmente. Esta caracterización, conocer de forma profunda los déficits producidos por el deño cerebral, es la base de todo tratamiento. Esto ha sido posible por los avances en conocimiento de carácter básico, así como por la investigación de carácter más aplicado que ha permitido desarrollar instrumentos de evaluación de mayor validez y fiabilidad. Por otro lado, se está trabajando también en contrastar la eficacia de las técnicas de intervención, aunque realizar estudios bien controlados en esta área es, indudablemente, muy complejo. Respecto a las técnicas de estimulación cerebral no invasiva, como la estimulación magnética transcraneal, pueden ser una valiosa herramienta. Sin embargo, los resultados en el caso de trastornos cognitivos necesitan aún de muchos más estudios. En otros campos, como en los trastornos motores o en la depresión, los resultados están siendo prometedores.
-En una sociedad en el que cada vez se habla más de la salud mental, que se intenta que sea menos un tema tabú, ¿qué relación existe entre las enfermedades neurodegenerativas y el bienestar emocional? ¿De qué manera estima que podemos abordar mejor estas problemáticas desde la investigación y la práctica clínica?
La mayoría de las enfermedades neurodegenerativas conllevan alteraciones emocionales. Impactan sobre el bienestar emocional no sólo de las personas que las sufren, sino también de su entorno familiar. En algunos casos se trata de una consecuencia directa del daño cerebral, que afecta a sistemas cerebrales relevantes para el control emocional. En otros, es una respuesta a la pérdida de calidad de vida, a las perspectivas de futuro, etc. En muchos, es una combinación de ambos. La investigación de este impacto emocional es imprescindible y nos permitirá diseñar un mejor tratamiento farmacológico y psicológico estos pacientes. En este sentido, el abordaje multidisciplinar en el tratamiento de las personas afectadas por un proceso degenerativo, y de su entorno, es la única vía de respuesta clínica
-Sobre la relación entre la ULL y las entidades externas en sus investigaciones ¿considera que se desarrolla suficientemente esta relación en beneficio tanto a la comunidad académica como al desarrollo social y económico de nuestra sociedad? ¿estima la necesidad de que hay que promover y profundizar más, conectar más a ambas partes?
En mi opinión, creo que nunca se deba decir que es suficiente. Siempre hay que pretender que sea mayor. Sé que hay muchos ejemplos de esa relación, pero no debemos darnos por satisfechos. La universidad forma parte de esta sociedad y debe preocuparse por contribuir a su desarrollo. Al mismo tiempo, la sociedad debe ver y vivir a la universidad como un espacio propio; autónomo, pero el mismo tiempo, propio. Supongo que no siempre será fácil conciliar estas dos realidades. Pero es algo ineludible. La conexión no es sólo necesaria, es un deber de ambos.
-Como catedrática y especialista en neurociencia, ¿qué consejo les daría a los estudiantes interesados en dedicarse a la investigación en este campo? ¿Cuáles son las áreas emergentes más prometedoras dentro de la neuropsicología?
El consejo para quienes se interesen por la investigación en este campo es el mismo que daría a las personas interesadas en cualquier otro campo científico: estudio, estudio, y estudio. Estudiar no significa memorizar pasivamente un tema tras otro. Es abrirse al conocimiento, es preguntarse por qué una y otra vez, es adquirir herramientas de análisis, es mantenerse atento, receptivo y crítico a lo que sucede alrededor. Todo esto te va construyendo como investigadora o investigador.
Respecto a la segunda parte de la pregunta, no me atrevo a definir las áreas más prometedoras, pero sí me atrevo a decir que todas las investigaciones que permitan mejorar la intervención neuropsicológica deberían ser un objetivo primordial.
-Con el aumento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, ¿qué avances recientes en neuropsicología considera más esperanzadores para su tratamiento o prevención? ¿Cómo puede el público en general contribuir a cuidar su salud neurológica?
Creo que son especialmente importantes en este campo los estudios neuropsicológicos que están determinando cómo podemos detectar de forma temprana el deterior cognitivo, esto es, qué características del funcionamiento cognitivo tienen valor pronóstico sobre el desarrollo posterior de un deterior o una demencia. Delimitar estos indicadores permitiría iniciar antes el tratamiento y retrasar así el declive cognitivo.
Respecto a cómo cuidarnos, lamentablemente muchos de los factores determinantes para la aparición de los trastornos neurológicos adquiridos o degenerativos, como el Alzheimer, no son controlables. En este grupo estarían, por ejemplo, los factores genéticos o la edad. Pero sí podemos contribuir a reducir el riesgo de sufrir varios tipos de daño cerebral e, incluso, algunos tipos de demencia: controlando los factores de riesgo vascular (presión arterial, diabetes, colesterol), manteniendo una dieta saludable, no fumar, limitar el consumo de alcohol, realizar actividad física, tener una vida social activa y un alto nivel de actividad cognitiva. Un aspecto que quisiera resaltar es la importancia de crear una buena reserva cognitiva, a través de la educación y la realización de actividades cognitivas de un cierto nivel de complejidad. Hay datos que señalan que esta reserva cognitiva está asociada a una mayor conectividad de determinados circuitos o redes cerebrales y puede permitirnos hacer frente al deterioro cognitivo asociado al daño cerebral. Podríamos decir que es un mecanismo de resistencia.